Segunda película de Sebastián Hoffman en donde se aleja del horror urbano para adentrarnos en el horror vacacional. Aquí seguimos la historia de un empleado de limpieza de un complejo vacacional que se vende como el paraíso y cómo sus sueños para ascender laboralmente son frustrados. Por otro lado, tenemos a un huésped de dicho complejo en donde se enfrenta con situaciones poco convenientes para quien quisiera solo disfrutar de unas vacaciones. El manejo corporativo que por ocasiones parece más sectario se hace presente junto con visiones que parecen más invento de la mente que una realidad deprimente.

La historia logra manejarse de manera muy ágil gracias al enorme trabajo actoral de Miguel Rodarte y de Luis Gerardo Méndez, logrando ilustrar las frustraciones de dos estratos sociales muy contrastados, los cuales terminan en una curiosa alianza al darse cuenta que tienen un enemigo común. El cuidado en la construcción del mundo en donde ocurren estas historias es otro de los grandes logros ya que con todo y sus elementos fantasiosos se logra ubicar dentro de una realidad cercana incluso para el espectador que jamás ha caído en las garras de estos complejos.