Marco Aurelio - Meditaciones LIBRO 1 Parte 3 - Audio de Roger Swidorowicz 2021

Roger Swidorowicz Medicina, Política y Salud 2023

Feb 24 2021 • 7 mins

Marco Aurelio - Meditaciones LIBRO 1 Parte 3 - Audio de Roger Swidorowicz 2021


16. De mi padre: la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones profundamente
examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el amor al trabajo y la
perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían hacer una contribución útil a la
comunidad. El distribuir sin vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para
distinguir cuando es necesario un esfuerzo sin desmayo, y cuándo hay que relajarse. El saber
poner fin a las relaciones amorosas con los adolescentes. La sociabilidad y el consentir a los
amigos que no asistieran siempre a sus comidas y que no le acompañaran necesariamente en
sus desplazamientos; antes bien, quienes le habían dejado momentáneamente por alguna
necesidad le encontraban siempre igual. El examen minucioso en las deliberaciones y la
tenacidad, sin eludir la indagación, satisfecho con las primeras impresiones. El celo por
conservar los amigos, sin mostrar nunca disgusto ni loco apasionamiento. La autosuficiencia
en todo y la serenidad. La previsión desde lejos y la regulación previa de los detalles más
insignificantes sin escenas trágicas. La represión de las aclamaciones y de toda adulación
dirigida a su persona. El velar constantemente por las necesidades del Imperio. La
administración de los recursos públicos y la tolerancia ante la crítica en cualquiera de estas
materias; ningún temor supersticioso respecto a los dioses ni disposición para captar el favor
de los hombres mediante agasajos o lisonjas al pueblo; por el contrario, sobriedad en todo y
firmeza, ausencia absoluta de gustos vulgares y de deseo innovador. El uso de los bienes que
contribuyen a una vida fácil y la Fortuna se los había deparado en abundancia, sin orgullo y a
la vez sin pretextos, de manera que los acogía con naturalidad, cuando los tenía, pero no
sentía necesidad de ellos, cuando le faltaban. El hecho de que nadie hubiese podido tacharle
de sofista, bufón o pedante; por el contrarío, era tenido por hombre maduro, completo,
inaccesible a la adulación, capaz de estar al frente de los asuntos propios y ajenos. Además, el
aprecio por quienes filosofan de verdad, sin ofender a los demás ni dejarse tampoco embaucar
por ellos; más todavía, su trato afable y buen humor, pero no en exceso. El cuidado moderado
del propio cuerpo, no como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco negligentemente,
sino de manera que, gracias a su cuidado personal, en contadísimas ocasiones tuvo necesidad
de asistencia médica, de fármacos o emplastos. Y especialmente, su complacencia, exenta de
envidia, en los que poseían alguna facultad, por ejemplo, la facilidad de expresión, el
conocimiento de la historia, de las leyes, de las costumbres o de cualquier otra materia; su
ahínco en ayudarles para que cada uno consiguiera los honores acordes a su peculiar
excelencia; procediendo en todo según las tradiciones ancestrales, pero procurando no hacer
ostentación ni siquiera de esto: de velar por dichas tradiciones. Además, no era propicio a
desplazarse ni a agitarse fácilmente, sino que gustaba de permanecer en los mismos lugares y
ocupaciones. E inmediatamente, después de los agudos dolores de cabeza, rejuvenecido y en
plenas facultades, se entregaba a las tareas habituales. El no tener muchos secretos, sino muy
pocos, excepcionalmente, y sólo sobre asuntos de Estado. Su sagacidad y mesura en la
celebración de fiestas, en la construcción de obras públicas, en las asignaciones y en otras
cosas semejantes, es propia de una persona que mira exclusivamente lo que debe hacerse, sin
tener en cuenta la aprobación popular a las obras realizadas. Ni baños a destiempo, ni amor a
la construcción de casas, ni preocupación por las comidas, ni por las telas, ni por el color de
los vestidos, ni por el buen aspecto de sus servidores; el vestido que llevaba procedía de su
casa de campo en Lorio, y la mayoría de sus enseres, de la que tenía en Lanuvio. ¡Cómo trató
al recaudador de impuestos en Túsculo que le hacía reclamaciones! Y todo su carácter era así;
no fue ni cruel, ni hosco, ni duro, de manera que jamás se habría podido decir de él: «Ya
suda», sino que todo lo había calculado con exactitud, como si le sobrara tiempo, sin
turbación, sin desorden, con firmeza, concertadamente. Y encajaría bien en él lo que se recuerda de Sócrates: que era capaz de abstenerse y disfrutar de aquellos bienes, cuya
privación debilita a la mayor parte, mientras que su disfrute les hace abandonarse a ellos. Su
vigor físico y su resistencia, y la sobriedad en ambos casos son propiedades de un hombre que
tiene un alma equilibrada e invencible, como mostró durante la enfermedad que le llevó a la
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