Isaac el hijo deseado - Lazos Paternos - camino de sanación - capitulo 6 audiolibro

Camino de Sanación - Lazos Paternos

05-01-2022 • 8 mins

Ningún hijo fue tan deseado y buscado por
sus padres como lo fue Isaac! ¡Pocos hijos
han sido tan amados y valorados como él!
El modelo de Abrahán como padre de Isaac
es verdaderamente emocionante. Isaac fue un hijo buscado a lo largo de muchos años y recibido por su padre y
por su madre con amor intenso y con profunda alegría.
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Una aceptación así influye positivamente en la vida
de cualquier persona, pues es un bálsamo para el alma y
un combustible interior que le servirá para caminar en
la dirección correcta hacia las metas soñadas; además le
dará la fortaleza necesaria para vencer los obstáculos que
encontrará en el camino de la vida.
En esta línea de reflexión cobra sentido la imagen que
Kahlil Gibran presenta, cuando dice a los padres: “Ustedes son el arco desde el que sus hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia adelante”.
La psicología de los últimos años ha ido reafirmando
la idea de que la primera etapa de la vida comienza con la
concepción, aunque podemos mencionar una pre-etapa
que consistiría en toda la carga genética de amor o de
desamor —según sea el caso— que en la familia se va
transmitiendo de una generación a la otra. Sin embargo, en este libro no entraremos de lleno en la temática
intergeneracional, sino que partiremos desde la etapa
de la concepción y la influencia paterna a lo largo de las
diferentes etapas del desarrollo humano2
.
Durante la etapa de la concepción son fundamentales todas las vivencias que el niño recibe en el vientre
materno a través no sólo de su madre, sino también del
padre. Este juega un papel fundamental —ya sea por lo
2 He profundizado el tema intergeneracional en otros libros: Jamut, G. Seremos
bendecidos de generación en generación. San Pablo, Buenos Aires, Argentina; El río
de la herencia intergeneracional. Ed. Claretiana, Argentina; Dios quiere sanar las etapas de la vida. San Pablo, Buenos Aires, Argentina.
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bueno que le aporta o por lo negativo— dependiendo
de su manera de interactuar con la madre, de la aceptación del bebé y del modo de interrelacionarse con la criatura cuando aún está en el vientre materno. En efecto,
no sólo la presencia materna influye en muchos aspectos de la personalidad del hijo en el futuro y a lo largo
de toda su vida, sino que también lo hacen la presencia
(o ausencia) paterna y la calidad de esa presencia.
A esto se suma lo que heredamos y aprendemos de
nuestros abuelos y padres, que son patrones de conducta que nos aportan vida en plenitud o, por el contrario,
nos enferman de uno u otro modo.
Efectivamente, existe como un cable subterráneo que une el
pasado con el presente y que a su vez se extiende hacia el futuro.
Entonces tendemos a repetir muchos de los comportamientos paternos, en ocasiones incluso aquellas conductas que nos han lastimado durante la infancia o adolescencia y que en algún momento detestamos y juramos
no repetir.
Ciertamente, los patrones de conducta de los padres
influyen en la manera como nos relacionamos con nuestro(a) esposo(a), con los hijos y con las demás personas,
e incluso con Dios como Padre. Y esta es una realidad
que quienes desarrollamos tareas pastorales comprobamos frecuentemente en el acompañamiento espiritual
de las personas, ya que mucho de lo vivido en relación
con el papá terreno (tanto lo positivo como lo negativo)
se suele trasladar a Dios Padre o proyectarlo en Él.
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El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica:
La purificación del corazón concierne a imágenes paternales o maternales, correspondientes a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro Padre transciende las
categorías del mundo creado. Transferir a Él, o contra Él, nuestras ideas en este campo sería fabricar ídolos para adorar o demoler. Orar al Padre es entrar
en su misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos
lo ha revelado (CEC 2779).
Sólo Dios Padre, que entregó a su Hijo para salvarnos,
tiene el poder para restaurarnos profundamente. Él quiere ayudarnos para que logremos comprender su amor,
que es infinito.
Sin embargo, muchos cristianos se pierden la oportunidad de disfrutar este amor del Padre, porque no han
tenido la experiencia, porque nadie los ha guiado para
tener un encuentro personal con Él, porque han aprendido ideas erróneas en un catecismo que no es el de la
Iglesia católica, pues no refleja la realidad sobre el amor
de Dios Padre, o simplemente porque, como ya hemos
visto, la palabra “padre” les evoca situaciones dolorosas
en relación con el padre terreno.
Por eso, en el texto que hemos citado del Catecismo,
se nos enseña que la purificación del corazón concierne
a imágenes paternales o maternales correspondientes
a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan
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nuestra relación con Dios. Pero dado que Dios Padre
transciende las categorías del mundo creado, transferir nuestras ideas a favor de Él o en contra de Él sería
fabricar ídolos para adorar o demoler. Orar al Padre es
entrar en su misterio, tal como Él es y tal como el Hijo
nos lo ha revelado: “El que me ha visto ha visto al Padre”
(Jn 14, 9).
Aun así, Dios mismo decide asumir no sólo el rostro
de padre, sino también el de madre, como nos recuerda
a través del profeta Isaías: “¿Se olvida una madre de su
criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero
aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!” (Is 49, 15). Dios
quiere sanar en el presente cualquier herida de abandono paterno o materno que hayamos sufrido en el pasado
y liberarnos de las secuelas que esto pudo haber dejado
en nosotros, produciendo por medio de su Santo Espíritu
una purificación y transformación de todos los aspectos
negativos de nuestra vida emocional y psicosocial.
Podemos tener en el presente el desarrollo afectivo
que no tuvimos en alguna etapa del pasado, ya que no
hay nada que Jesús no pueda sanar. Y así, mediante la
oración, los sacramentos celebrados desde el corazón y
la vida comunitaria, Dios también quiere sanar nuestra
vida psicosocial.
Si trabajamos desde la oración las heridas paternas
que en el pasado hemos recibido, tendremos progresos
significativos en nuestra manera de relacionarnos con
nosotros mismos y con los demás, así podremos superar
bloqueos, se desarrollarán la creatividad y el gusto en el
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trabajo y en las labores hogareñas, e incluso disfrutaremos más profundamente de los momentos recreativos.
El Espíritu Santo siempre estará renovándonos y guiándonos hacia una vida más plena y abundante.
En la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el papa Francisco nos anima a abrirnos a esta experiencia:
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se
dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (EG 1).
“Cada día de nuestra vida
hacemos depósitos
en el banco de memoria
de nuestros hijos”.