Un ser vivo se caracteriza por tener una composición física tangible, un metabolismo que permite su desarrollo, un ciclo de vida y un sinfín de características que los distinguen de entidades inanimadas que no se consideran vivas. En particular, tienen conciencia de sí mismos y de su entorno.
Esta última parte desemboca en algo más complejo, ya que esta conciencia de sí mismo y de su entorno también se ve en el comportamiento de las entidades que responden a las técnicas de transcomunicación instrumentalizada.
Muchas voces que son perceptibles por nosotros mediante los registros de psicofonías, no solo denotan conciencia de si mismas y del entorno que los rodea, sino que esta se amplía al conocimiento de sucesos o hechos históricos relacionados, en el caso de los desencarnados, con momentos específicos de cuando estaban vivos.