La carta de divorcio tenía un objetivo muy claro: proteger a la mujer, y procurar la pureza dentro de la sociedad. Protegía a la mujer, porque le daba libertad para volverse a casar. Se sobreentiende que esto solo era posible si su primer matrimonio no se había consumado. La Ley es muy clara, si después de divorciada, se volvía a casar, y su segundo esposo moría, o también se divorciaba de ella, ella no podía volver con su primer marido. Volver con e primer marido hubiera sido una forma de contaminar la tierra. Dios espera pureza por parte de su pueblo. Pero debemos saber, que a la luz de las enseñanzas de Jesús, Él nos enseña que esta Ley se dio por causa de la dureza del corazón de los hombres. El divorcio no es la voluntad de Dios para nuestras vidas. Jesús dijo: "Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". Según el Señor Jesús, la única causa válida para un divorcio, y un nuevo matrimonio, es el adulterio. Debemos prestar atención: estas leyes son para progeter a los más débiles: en este caso, las mujeres, los extranjeros, las viudas, los pobres, y los húerfanos. Con respecto a la cosecha: no se debía cosechar todo. Se debía dejar algo en los campos para que los pobres pudieran recoger algo para comer. A los pobres que pedían prestado, no se les debía quitar su capa, para que tuvieran con que protegerse del frío. Dios promete bendecir a su pueblo, cuando este tenga misericordia de los más débiles. Dios aborrece el egoísmo. Busquemos formas de siempre pensar y ayudar a los más necesitados. Que el Señor te bendiga.

El pueblo de Israel estaba por entrar a la Tierra Prometida, y habían leyes diversas que ellos debían practica, si deseaban la bendición de Dios, y que Él les acompañara en todas las batallas que tenían por delante. Debemos entender que hay ciertas condiciones para que Dios me bendiga. Dios no me puede bendecir si yo persisto en la maldad o en contradecir su Palabra. En el capítulo de hoy encontramos varias leyes, un tanto misceláneas. Se nos habla de quienes podían y quienes no podían entrar en la Asamblea del Señor. Se nos habla de la higiene y de la pureza sexual que debía haber dentro del ejército, cuando estaba en alguna campaña militar. El pueblo debía aprender a andar en pureza y en santidad. Que Dios nos ayude a poner en práctica estos princiipios de salud y de santidad. Que el Señor te bendiga.

Hay varios aspectos muy interesantes sobre el capítulo de hoy: Habían ciertas personas que podían regresar a sus hogares, y no ir a la guerra. Los que habían construido una casa la cuál aún no estrenaban; los que aún no hubiesen comido el fruto de una viña recientemente plantada; los que estuviesen comprometidos, pero aún no se hubiesen casado. Vemos que Dios promete salir con ellos a la batalla, y darles la victoria. Pero aún así se dice claramente que algunos podrían caer en batalla. La presencia de Dios en mi vida no significa que no puedan llegar días difíciles y malos. Dios quiere que disfrutemos de algunos placeres de la vida, antes de ir a la batalla. Además, es posible que no fuera positivo ir a la guerra, mientras se seguía pensando en asuntos terrenales. Los miedosos también debían quedarse en casa, paa no contaminar a sus compañeros con su temor y su angustia. Se debía cuidar la moral del pueblo al momento de enfrentar a los enemigos. Con las ciudades lejanas se debía procurar la paz. Pero si se rechazaba la paz, se debía sitiar la ciudad, y conquistarla. Solo se debía cuidar a los árboles futales. Que Dios nos conceda paz en estos tiempos de guerra. Y hoy más que nunca, consagrémonos a Dios. Que el Señor te bendiga.

En el Antiguo Testamento encontramos que la justicia es muy práctica. Estas disposiciones tenían varios objetivos: prevenir que en la tierra se multiplicara la maldad. La idea era disuadir a otros de cometer crímenes similares. Proveer un sentido de justicia a las víctimas. Los criminales deben pagar. No pueden quedar impunes. Y la justicia era proporcional al daño causado: ojo por ojo, diente por diente. Pero también era posible que hubiesen personas que, para hacer daño, buscasen la forma de torcer la justicia. Por eso se requería el testimonio de dos o tres testigos. Ellos debían corroborar la acusación. No podía ser el testimonio solo del afectado. Se necesitaban 2 o 3 testigos. Y estos testigos serían cuidadosamente interrogados, para comprobar la veracidad. Si se hallaba que estaban mintiendo, ellos serían los castigados. Eso es justicia. Por eso también era tan necesario tener jueces justos , que no aceptaran sobornos. Que el Señor nos ayude a caminar en rectitud, y a no prestarnos para ser testigos falsos. Que el Señor te bendiga.

Hay prácticas que Dios aborrece por dos principales razones: Primero, porque las personas que las practican, terminan dependiendo de estas prácticas, en vez de depender plenamente del Señor. Hay personas que siempre tienen que leer el horóscopo, leerse el tarot, las cartas, para saber cómo les va a ir ese día. Otros, buscando el amor, van a buscar hacer un "amarre", o algún tipo de encantamiento para "conquistar" al amor de su vida. Y otros, van a querer consultar a los muertos; esto es imposible. La biblia enfáticamente enseña que NO SE PUEDE, ya que los muertos nada saben (Eclesiastés 9:5). Segundo, cuando una persona consulta a los muertos, no son los muertos quienes responden a sus preguntas, sino los demonios. Todas estas prácticas son una forma de abrirle en tu vida la puerta a Satanás. Por eso Dios detesta estas prácticas, y se las prohíbe a su pueblo. Nosotros, en cambio, debemos vivir por fe. Nadie sabe que pasará en el futuro. Debemos aprender a depender de Dios y a confiar en sus promesas. Dios también aquí promete levantar a un hombre como Moisés, a quienes todos debían escuchar. Es una referencia al Mesías. Jesús es a quién el pueblo debía escuchar y obedecer. La mejor forma para saber si un profeta es verdadero, es si sus profecías se cumplen. Si no se cumplen, no hay que escucharlos. Jesús profetizó la destrucción de Jerusalén. Él es digno de toda nuestra confianza. Escucha su palabras. Obedece sus mandamientos. Que el Señor te bendiga.

Vemos una y otra vez, al Señor advirtiéndonos sobre la idolatría. Aquí específicamente se prohíbe adorar al sol, a la luna, y a las estrellas. Pero ahora se especifica que si alguien se aparta del Señor para adorar a otros dioses, antes de dictar una sentencia de muerte, se debía realizar un juicio; y se debían presentar 2 o 3 testigos. Estos testigos serían los primeros en arrojar las piedras en contra de los culpables, ya que la sentencia de muerte era por lapidación (apedreamiento). Es interesante que en el Evangelio de Juan, hay un caso de una mujer que el pueblo le trajo a Jesús, para que dictara sentencia en su contra. Jesús se inclinó en el suelo a escribir (la Biblia no dice lo que estaba escribiendo), y luego Jesús responde: "El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra". Todos se fueron, y nadie condenó a la mujer. Todos somos pecadores. Y Jesús nos mostró que aunque hay que aplicar justicia, también hay que aplicar misericordia. El texto de deuteronomio nos muestra lo serio que era el veredicto de la corte. Los casos difíciles eran llevados al Templo, y los sacerdotes y los levitas tenían que analizar el caso. Pero la palabra de ellos, era la palabra final. Todos después debían aceptar el veredicto. Se da a entender, que el veredicto de ellos, era el veredicto de Dios. Que Dios nos ayude a confiar en la justicia y la misericordia de Dios. Que el Señor te bendiga.

¿Qué lugar ocupa Dios en tu vida? Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, y lo trajo a la Tierra Prometida, Dios los estaba apartando a ellos para que fueran una nación santa. Debían ser diferentes a todos. Hasta la alimentación de ellos debía ser especial. Cuando Dios da estas reglas acerca de la alimentación, es porque Dios sabe muy bien qué es lo que le hace bien a nuestro cuerpo, y qué es lo que nos podría enfermar. Dios prohíbe el cerdo, el camello, la liebre y los conejos. Dios prohíbe los mariscos, y las aves carroñeras. Todas estas carnes son impuras, y potencialmente nos podrían enfermar. El cerdo por ejemplo es una carne con muchísimo colesterol. Los mariscos por su parte muchas veces causan intoxicación y otro tipo de complicaciones. Dios quiere que tengamos salud física y espiritual. El diezmo por su parte, es para reconocer que Dios siempre debe estar en el primer lugar en nuestras vidas. Es para agradecer a Dios por sus bendiciones, y para regocijarnos en su presencia. También fue destinado para el sostén de los que ministraban en el Santuario, es decir, para los levitas. Que Dios nos ayude a ser fieles en lo que Él nos pide. Pongamos siempre a Dios en primer lugar. Que el Señor te bendiga.

Moisés presenta 3 posibles casos de rebelión y apostasía, del cuál el pueblo debía tener cuidado. Primero: Si un profeta, o alguien que asegura ser profeta, hace una predicción, y se cumple, pero luego dice: vayamos a adorar a otros dioses, el consejo es: NO LO SIGAN. DEBE MORIR. Es interesante que Moisés mencione que este profeta haya podido hacer un milagro. Es decir, no debemos creer en alguien por el solo hecho de que haga milagros. Ni los milagros son base suficiente para alejarnos del Señor. Segundo: Si algún pariente cercano, o un amigo íntimo nos invita a seguir a otros dioses, esa persona también debe morir. Esto ya es un asunto muy delicado. Pero Dios es muy claro: la primera lealtad tiene que ser para con Dios, no para con la familia. Y es más, Dios dice: No tengas de ellos misericordia. El instinto natural podría ser: Nadie puede saber esto. Pero más bien, Dios dice: Levanta la mano, y denúncialo, y luego la comunidad debe apedrearlo. Es muy probable que Dios haya dado esta Ley, como una forma de disuadir al pueblo de inclinarse a la idolatría. Pero queda claro que el mal debía ser eliminado. Tercero: Si una ciudad completa se apartaba de Dios, lo primero que había que hacer era corroborar el rumor. Y si resultaba ser cierto, Israel debía hacerle la guerra a esa ciudad. Debían destruirla por completo; es decir, debían tratar a esa ciudad, como si fuera una ciudad cananea. Quien niega la fe, y se aparta del Señor, es como si renunciara a su ciudadanía. Ya no era más parte de Israel. No es más parte del pueblo santo. El pueblo de Dios en la actualidad ya no es una nación que ejecuta la pena capital. Pero como comunidad de fe, si alguien se aparta de las enseñanzas bíblicas, tal persona debe ser separada de la comunidad. No debemos permitir que el espíritu de rebelión y apostasía se propague dentro de la iglesia. Que Dios nos ayude a mantenernos siempre fieles al Señor, por sobre todas las cosas. Que el Señor te bendiga.

Al entrar a la tierra prometida, y expulsar a las naciones cananeas, Dios advierte a su pueblo, a que no caiga en la trampa de la idolatría. No debían preguntar como esas naciones adoraban a sus dioses, ni mucho menos imitar esas prácticas. Más bien debían destruir todos sus altares, y quemar todos sus postes idolátricos. Una vez que conquistaran toda la tierra, Dios les revelaría el lugar que Él elegiría para ubicar el Santuario. Hasta ahora, el Santuario era portátil (una carpa que se trasladaba con ellos durante su peregrinaje). Pero una vez establecidos en la tierra, se construiría uno fijo, una Casa de Adoración para el Señor. El Rey David quiso construirla, pero Dios se lo prohibió. Fue Salomón quien finalmente construyó el Templo en Jerusalén. Solo en ese lugar se podía sacrificar las ofrendas de paz y los holocaustos. Aunque hoy no hay un altar, y ya no sacrificamos animales a Dios, aún debemos traer delante de Dios nuestros diezmos y nuestras ofrendas. Es una forma que Dios estableció como medio de adoración y reconocimiento de que es Dios, el Señor, el que provee para todas nuestras necesidades. Que el Señor te bendiga.

Moisés está dando una serie de exhortaciones a la obediencia. Él quiere que el pueblo de Israel reciba la bendición de Dios. Pero vemos que él se esfuerza por recalcar que así como Dios bendice, Dios también puede maldecir. Cuando Dios castiga, lo hace porque es absolutamente necesario. Así pasó con Datán y Abirán. La tierra se abrió para tragárselos vivos, a ellos y a sus familias. Dios puede hacer milagros para salvar a su pueblo; pero Dios también puede hacer milagros para destruirlos. La tierra prometida tiene una interesante característica: depende de la lluvia. Y aquí Moisés nos dice que Dios personalmente se encarga de cuidar de esta tierra. Dios envía la lluvia temprana (otoño), para preparar la tierra para la siembra; y Dios envía la lluvia tardía (primavera) para preparar la tierra para que haya una cosecha abundante. Pero si el pueblo se aparta de Dios, y se va tras sus dioses, entonces Dios puede decidir cerrar el cielo, y no derramar sus bendiciones, y así castigar a su pueblo por su desobediencia e infidelidad. Lo mismo puede pasar en nuestras vidas. Si nos apartamos del Señor, Él podría cerrar el cielo, y nosotros podríamos sufrir las consecuencias de nuestras malas decisiones. Obedezcamos al Señor. Enseñemos a nuestros hijos a confiar y a obedecer a Dios. La elección es nuestra. Dios nos quiere bendecir. Dios quiere que disfrutemos de todas las bendiciones que Él nos puede otorgar. Pero nosotros debemos obedecer. Que el Señor te bendiga.

El pueblo había sido perdonado por Dios. Moisés había intercedido por ellos. Dios nuevamente les dio las Tablas de la Ley con los 10 mandamientos. Y les dice que es hora de entrar en la tierra prometida. ¿Qué debía hacer el pueblo? Obedecer a Dios. Vemos que la causa principal para la desobediencia es nuestro corazón pecaminoso y nuestra soberbia. Nuestro corazón pecaminoso, es decir, nuestra tendencia al mal, siempre nos va a querer llevar a ir en contra de la voluntad de Dios. Tenemos una tendencia a desconfiar en Dios. Tenemos una tendencia a la idolatría. Como diría el apóstol Pablo, el mal vive en nosotros. El orgullo y la soberbia, nos va a hacer pensar que nosotros siempre tenemos la razón. La clave entonces está en humillarnos siempre en la presencia del Señor. Él es Dios. Él es el Señor de señores. Nosotros somos simples criaturas. Debemos someter nuestra voluntad a la suya. Debemos pedirle que nos de un nuevo corazón, y un espíritu humilde. Debemos pedirle que escriba sus mandamientos en nuestro corazón. Pídele a Dios que te lave de tus pecados en la sangre de Cristo Jesús, y que su Santo Espíritu complete la obra en ti. Nosotros no podemos hacer esta obra. Solo Dios es el que puede cambiar nuestra vida. Solo Dios es el que nos puede salvar. Que el Señor te bendiga.

Hay algo que Moisés le recuerda al pueblo, ahora que estaban por entrar a la Tierra Prometida: Ciertamente Dios iría delante de ellos, como fuego consumidor, para ayudarlos a expulsar a las naciones que vivían en la tierra; a pesar de que eran pueblo fuertes, que vivían en ciudades fuertes, Dios pelearía por ellos. Pero lo que no debían olvidar, y lo que no debían llegar a pensar, es que Dios hacía esto porque ellos eran mejores que esos pueblos. No debían pensar que Dios hacía esto porque ellos eran más santos y más rectos que esos pueblos. Es posible que la maldad de estos pueblos había colmado la paciencia de Dios. Pero Israel no era mejor que ellos. Al contrario, ellos también habían colmado la paciencia del Señor varias veces. Moisés enumera algunas de las veces que hicieron enojar al Señor. Pero el Señor tuvo misericordia de ellos por dos grandes razones: 1) Moisés siempre intercedía por ellos. 2) Por la promesa que Dios había hecho a sus antepasados. Sabes, creo que nosotros no somos tan diferentes al pueblo de Israel. ¿Cuántas veces nosotros no hemos tropezado y hecho cosas que no son propias del pueblo de Dios? Nosotros, gracias a Dios, también tenemos a Uno que intercede por nosotros. Su nombre es Jesús. No somos mejores que nadie. Todos somos pecadores. Pero nosotros hemos puesto nuestra confianza en Jesús, y solo gracias a Él, en un día no muy lejano, entraremos en la Canaán Celestial. Que el Señor te bendiga.

Las promesas del Señor para Israel son realmente sorprendentes: Dios los amaría y los bendeciría en abundancia. No les faltaría nada - habrían cosechas en abundancia. Ellos se multiplicarían y llegarían a ser una nación grande y numerosa. También sus animales se multiplicarían; llegarían a ser una nación muy rica y poderosa. Dios los guardaría y libraría de toda enfermedad y plaga (las plagas que cayeron sobre Egipto, no caerían sobre ellos). Y Dios expulsaría a las naciones que vivían en la Tierra Prometida; naciones grandes y mucho más fuertes que Israel. Pero todas estas bendiciones estaban sujetas a que el pueblo cumpliera fielmente con su parte del pacto. La orden podía parecer extrema: ellos debían acabar con todas estas naciones por completo. No debían tener de ellos misericordia, ni debían hacer ninguna clase de pacto con ellos. Además, debían destruir por completo todas sus imágenes e ídolos que usaban para adorar a sus diones. ¿Por qué debían destruirlas por completo? Porque ellos siempre serían una amenaza para la fidelidad de Israel. Dios sabía que si se unían a ellos, terminarían adorando a sus dioses, olvidándose del Señor su Dios. Dios una vez más les exhorta a no tener miedo. Dios estaba con ellos. Dios pelearía sus batallas. Por más grande y numerosas que fueran estas naciones, Dios las expulsaría de delante de ellos. Tú también puedes confiar en el Señor. Él cuidará de ti. Tú solo preocúpate de ser fiel al Señor y de guardar sus mandamientos. Que el Señor te bendiga.

Oye Israel. Esta oración fue la oración que ayudó a Israel a formar su identidad como una nación monoteísta. El Señor es uno, o único, como dice esta versión. Dios le pide a su pueblo que tome muy enserio su Ley. Esta Ley debía estar atada a sus manos y a su frente: es decir, debían meditar en ella, y ponerla por obra en todo momento. Debían repetirla a sus hijos, dentro y fuera de casa. Debían escribirla en las puertas de sus casas, y en las puertas de sus ciudades. Es decir, debían asegurarse de siempre estar meditando en la voluntad de Dios para sus vidas. Debían recordar de dónde Dios los había sacado, y hacia dónde los estaba trayendo. Ellos habitarían en ciudades que ellos no habían construído, y beberían agua de  pozos que ellos no habían cavado. Todo lo que recibirían, lo recibirían por gracia. Era un regalo de Dios. Y lo conservarían, siempre y cuando se mantuvieran fieles a Dios, obedeciendo todos sus mandamientos. Dios espera que seamos personas justas. Dios espera que le amemos con todo el corazón, con todas nuestras fuerzas, y con todo nuestro intelecto. Dios tiene que ser la persona más importante en nuestras vidas. Que el Señor te bendiga.

En esta ocasión, vemos que Moisés decide repetirles al pueblo la historia de cómo Dios le entregó al pueblo los 10 Mandamientos. Se podría decir que fue un momento que marcó la historia: Dios descendió sobre el Monte Sinaí con toda su gloria. Fue una escena impresionante. El pueblo estaba totalmente aterrorizado. Ellos entendían que Dios les había hablado directamente a ellos; y sabían que podrían haber muerto. Moisés por su parte les recuerda que este pacto que Dios estaba haciendo con el pueblo, era algo que Dios ni siquiera había hecho con sus antepasados. Es decir, era un honor que Dios descendiera para hacer un pacto con ellos. Dios les entregó los 10 mandamientos de forma audible, y en forma escrita. Dios escribió su Ley en tablas de piedra, con su propia mano. Aquí encontramos la voluntad de Dios para nuestras vidas. Lo más interesante de este capítulo, es que vemos a Dios suspirar. "Ah, si tan solo siempre estuvieran dispuestos a obedecerme". Dios sabía que el pueblo pronto olvidaría sus promesas, y quebrantaría su pacto y su Ley. La seguridad del pueblo dependía de su fidelidad y su obediencia. El Señor aún espera de nosotros obediencia. Él espera que le tratemos como Dios y Soberano, conformando nuestras vidas a su Ley. Pídele a Dios que por el Espíritu Santo grabe su Ley en tu mente y en tu corazón. Que el Señor te bendiga.

En este discurso de Moisés, él les revela lo que iba a suceder en el futuro. Primero les recuerda cómo Dios ha actuado con ellos en el pasado: Ninguna nación había experimentado los milagros que ellos habían experimentado. Dios estaba con ellos. Pero ese Dios les había dado leyes - los 10 mandamientos. Y ellos debían guardarlos. No debían hacerse imágenes de Dios. En Baal-Peor ya habían muerto muchísimos israelitas a causa de su idolatría. Una vez que entraran a la Tierra Prometida, no debían caer en la idolatría. Pero Moisés les dijo que después de mucho tiempo, eso pasaría. Y Dios, que es celoso y Fuego Devorador, los expulsaría de la Tierra Prometida. Muchos morirían, y muy pocos quedarían con vida. Pero Dios, aparte de ser celoso, también es misericordioso; y si estando lejos, exiliados, se volvían a Dios de todo corazón, Él los perdonaría, y los traería de regreso. La Palabra de Dios se cumplió a cabalidad. Los babilonios se llevaron a Israel al cautiverio, y luego Dios los trajo de regreso. No importa cuanto nos alejemos de Dios, si nos humillamos, y le buscamos de todo corazón, Él nos va a oír. No te alejes de Dios. No te entregues a los ídolos. Guarda sus mandamientos. Se fiel! Que el Señor te bendiga.

Dios le pide a Moisés, que tome nota de todo el trayecto que recorrieron desde Egipto, hasta los bordes de la Tierra Prometida. Recordar el pasado, no siempre es recomendable. Pero a veces es necesario hacerlo, para recordar cómo Dios siempre nos ha estado guiando. Es bueno analizar acerca de nuestro propio trayecto. Debemos tener muy claro de dónde Dios nos tomó, y hacia dónde nos está conduciendo. El texto de hoy nos recuerda la muerte de Aarón. Aunque el viaje en sí era corto, ellos demoraron 40 años. Ese fue el castigo que Israel recibió por su incredulidad. Aquí también se menciona lo que Israel debía hacer: debían sacar por completo a las naciones cananeas que vivían en Israel. Ese es un pedido duro. Pero Dios estaba realizando sus juicios sobre estos pecadores. Y usaría a Israel para ejecutarlos. Si no lo hacían, estos cananeos los harían caer en su idolatría. Ten mucho cuidado con tus amistades. Ellas te acercaran o te alejarán de Dios. Que el Señor te bendiga.

Las tribus de Rubén y de Gad, pidieron que se les dejara establecerse en la orilla oriental del río Jordán. Vieron que eran tierras buenas para el pastoreo, y ellos tenían muchísimo ganado. Sintieron que ese era un buen lugar para poseerlo como heredad. Israel ya había derrotado a los reyes de esas tierras, y sus ciudades podían ser fortificadas y habitadas. Pero Moisés temió que si decidían quedarse, eso podía desalentar al resto del pueblo. Moisés pensó que esta decisión podían causar el enojo del Señor, y significaría volver al desierto. Pero las tribus de Rubén y Gad prometieron no desalentar a sus hermanos. Prometieron acompañarles en la conquista de la Tierra Prometida; y solo cuando hubiesen ganado la victoria sobre todos sus enemigos, ellos regresarían a habitar en este territorio. Vemos que para Dios es muy importante cumplir las promesas; y también es importante trabajar unidos. Siempre, en todo lo que hagamos, debemos velar por el bien de toda la comunidad, y no solo velar por nosotros mismos. Cuando se avanza en la vida, únicamente con objetivos egoístas, no se puede contar con la bendición del Señor. Dios quiere que su pueblo avance unido, en la conquista del mundo para Jesús. Que el Señor te bendiga.

El Señor le ordenó a Moisés que preparara a un ejército para tomar venganza de los madianitas, por haber causado la apostasía en Israel. En la vida siempre habrán tropiezos, pero el Señor es quién se encargará de aquellos que se dedican a causar los tropiezos en otros. El ejército de Israel estaba compuesto por 1000 soldados de cada tribu. La victoria fue total. Destruyeron todas las ciudades madianitas, y mataron a sus 5 reyes. Trajeron de regreso un gran botín, y vemos al final del capítulo, que los generales de Israel, presentaron una ofrenda especial de oro al Señor, ya que ninguno de sus hombres murió en la batalla. Esta victoria claramente se las otorgó el Señor. Pero el relato nos muestra que en esta batalla murió Balaam. El profeta Balaam no tenía nada que estar haciendo con los madianitas. Pero aquí se ve que el eligió quedarse entre el pueblo enemigo, en vez de haberse quedado en su casa. Balaam fue el que dio el consejo sobre cómo derrotar a Israel. Él aconsejó enviar a las mujeres, para seducir a los hombres, y traerlos a ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Él incitó la idolatría dentro de Israel. Y por eso pagó con su vida. Los capítulos que hablan sobre la guerra a veces nos son difíciles de leer. Las guerras siempre son cruentas, y terribles. Pero Dios es justo, y Él no podía permitir que está nación permaneciera para seguir causando problemas a Israel. A veces la venganza del Señor no llega inmediatamente. Pero llegará. El Señor siempre toma venganza de sus enemigos, y de los enemigos de su pueblo. Que el Señor te bendiga.

En el capítulo de hoy leeremos acerca de las tres últimas fiestas que Israel debía celebrar durante la primavera. Rosh HaShana, o llamada también la fiesta de las trompetas, pasó a conocerse como el inicio del año para Israel. Se hacía sonar las trompetas, o shofar, para anunciar que en 10 días más, llegaba la fiesta más solemne: el día del perdón, o el día del juicio. Iom Kippur era el día en que se purificaba el santuario. Era un día de ayuno, donde debían afligir sus almas. Debían escudriñar sus corazones, y arrepentirse de todos sus pecados, para recibir el perdón divino. La última fiesta era Sukkot, conocida también como la fiesta de los tabernáculos, cabañas, o enramadas. Debían fabricar una tienda, y pasar parte del día en ella, para recordar como sus antepasados, antes de entrar en la tierra prometida, vivieron en estas tiendas provisorias. Todas las fiestas de Israel, apuntaban a Dios, como el que perdona y da vida. Como el que derrama bendiciones, y quién les daba cosechas y todo tipo de abundancia. Por eso la nación debía reconocerlo, y se traían gran cantidad de ofrendas. Se entiende que todo israelita debía venir a adorar a Dios, trayendo sus ofrendas. Nadie podía venir con las manos vacías. Todos tenían que reconocer la soberanía de Dios, con sus ofrendas. Pero no olvidemos que la verdadera ofrenda la hizo Dios, cuando nos envío a su Único Hijo. Él es el sacrificio verdadero, que quita el pecado del mundo. Todas las ofrendas y sacrificios lo apuntaban a Él. Hoy ya no se ofrecen sacrificios. No hay un Templo. Pero eso no quita que tú puedas contemplar a Jesús, y adorar al Padre por tanto amor para con nosotros. No dejes de adorar al Señor. Que el Señor te bendiga.