El contacto instrumento de sanación - Lazos Paternos - camino de sanación - capitulo 20 audiolibro

Camino de Sanación - Lazos Paternos

23-12-2021 • 5 mins

Esas primeras etapas de nuestra vida han
sido períodos de especial absorción. Como el niño carece de sentido de identidad
propio, se autodefine del modo en que su
padre lo abraza, lo carga y lo asiste. La criatura es semejante a una esponja que absorbe todo lo que su padre le
transmite.
En cuanto al soporte paterno del niño, soy de la opinión de que la presencia del padre debe ser tan abundan-
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te o incluso más nutrida que la de la madre, pues ella ya
tuvo un contacto mucho más directo durante la gestación. Por eso, durante los primeros meses el papá deberá aportar toda la confianza y seguridad masculina que
el niño(a) necesita.
Tal vez esta enorme responsabilidad puede asustar a
cualquier futuro padre, pero no debemos olvidar —cómo hemos visto en los capítulos anteriores— que toda
paternidad humana debe nutrirse en la paternidad divina, en
la paternidad de Dios que, por medio de la gracia de estado, da a los padres todo lo que estos necesitan para ayudar a sus hijos adecuadamente.
Dios Padre, al poner en el ser humano una necesidad, no permite que esta quede eternamente insatisfecha; por eso da a los padres lo que necesitan para proveer a sus hijos de fortaleza psicológica y emocional: “Si
ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a
aquellos que se las pidan!” (Mt 7, 11).
¿De dónde provienen la fuerza interior, la confianza y la seguridad que tenemos? Gran parte de ese depósito de fortaleza proviene del modo en como fuimos abrazados por
nuestro papá, especialmente durante los primeros años
de vida, aunque también en las etapas siguientes.
Los bebés tienden a agarrar el dedo de los padres y
de los demás adultos, lo cual es una señal de la necesidad de contacto. El contacto físico no sólo es agradable,
también es necesario para nuestro bienestar psicológico, emocional y corporal: acrecienta la alegría y la salud
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del individuo y de la sociedad. Un ejemplo de esto es
la demostración de cómo las caricias serenan la respiración y el corazón, e incluso pueden prevenir muchos
problemas físicos que se podrían generar por falta de
contacto, especialmente algunas afecciones respiratorias, como el asma.
Hay quienes tienen temor a las caricias y a las diversas formas de contacto, pues pudieron haber sufrido alguna forma de abuso que dejó huellas de desconfianza
y dolor. También se puede deber a que se les inculcó
una idea marcadamente sexual de las manifestaciones
afectivas, que se confunde con la auténtica ternura y el
amor puro. El camino de liberación para estas personas
consiste en dejarse ayudar para poder así sanar las experiencias sexuales traumáticas y las concepciones equivocadas sobres las expresiones de afecto, de modo tal que
puedan acariciar de manera libre de toda connotación
genital y alcanzar una libertad interior que les permita
brindar un abrazo colmado de pureza.
¡Qué diferente sería todo si todos los padres se dejaran abrazar por Papá Dios en la oración y si se habituaran a pedirle el don del amor!
En todas las comunidades cristianas deberíamos pedir al Espíritu Santo la capacidad de darnos abrazos con
amor puro, comenzando incluso en la liturgia de la Santa Misa, en el momento en que el sacerdote o el diácono nos invitan a darnos el abrazo de la paz.
Aunque en este capítulo estemos haciendo hincapié
en las etapas de los cinco primeros años, no podemos
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olvidar que los hijos necesitan el contacto en todas las
edades, y no sólo de ellos con la mamá y el papá, sino
también el contacto tierno entre sus padres.
Yo atesoro en mi corazón algunos recuerdos de la niñez de cuando mi papá ponía con ternura su brazo sobre el hombro de mi mamá, o de cuando salíamos a caminar y ellos se tomaban de la mano; esto me llenaba
de una gran alegría. Hasta el final de la vida de mi papá,
ellos parecían novios profundamente enamorados, y estoy seguro de que eso me proveyó de un caudal de fortaleza que me serviría en los años venideros para soportar y superar algunas tormentas durísimas con las cuales
Satanás intentó apartarme de las bendiciones que Dios
quería concederme. Posiblemente, sin esa reserva infantil del apoyo afectivo de mis padres, no habría podido superar esos duros momentos.