La presencia paterna a partir de la gestación del niño - Lazos Paternos - camino de sanación - capitulo 9 audiolibro

Camino de Sanación - Lazos Paternos

05-01-2022 • 7 mins

los retiros que he predicado sobre la temática de la sanación de las heridas que
arrastramos desde el seno materno, salen
a la luz con frecuencia los sentimientos y
actitudes de la madre durante la gestación y lo que el
niño recibió de ella durante ese tiempo.
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Pero, ¿qué sucedió con el padre?, ¿tuvo o no tuvo alguna influencia en el hijo durante esos meses?
Según los testimonios que he ido recogiendo al respecto, la presencia del padre influye directamente en el
niño mientras se va desarrollando en el seno materno.
De acuerdo con lo que varios matrimonios que son padres me han compartido sobre esta etapa gestacional, cada vez que el padre interactuaba con la madre y con la
pequeña criatura, esta lo percibía y respondía a los estímulos que venían desde el exterior.
Un familiar cercano me contaba que durante la gestación de su hija, solía apoyar la mano sobre el vientre de
su esposa y, acercando sus labios, le hablaba con amor
a la criatura, pronunciaba palabras de aceptación paterna y le transmitía todo su amor; entonces la criatura se
movía, siguiendo los movimientos de la mano del papá.
Hoy día esa niña tiene con su papá un vínculo tan bello
y sano que, al verlos juntos, fácilmente se puede meditar en el amor de Dios nuestro Papá hacia cada uno de
nosotros, sus pequeños hijos.
El amor paterno es una bendición que queda en el niño(a) y
que le acompañará durante toda su vida, fluyendo continuamente y proveyéndole de una fuente de vida poderosa que le ayudará a amarse a sí mismo(a) de manera equilibrada y a superar todos los obstáculos.
Para algunas personas, lo que se refiere a la etapa de la
gestación todavía es un misterio total. Sin embargo, desde hace ya bastante tiempo la ciencia estudia y ha demostrado ampliamente cómo la criatura que se desarrolla en
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el vientre materno es sujeto de recepción de estímulos y
de un sinfín de experiencias emocionales que le llegan
desde el exterior a través de la madre, pero determinados por la presencia o ausencia del padre. Así que los
meses que un niño transcurre en el santuario del vientre materno son fundamentales para el desarrollo pleno
de su vida.
Siempre surgen preguntas en torno al momento en
que la madre intuye que está esperando un niño (¿cómo
habrá sido su reacción?, ¿lo habrá aceptado con alegría?).
Pero como este libro se refiere principalmente al aporte que el padre ha hecho a la psicología de sus hijos, esas
mismas preguntas debemos hacérnoslas respecto a nuestro papá: ¿cómo fue su reacción cuando supo que iba a
tener un hijo?, ¿me aceptó con alegría?
Estas preguntas son formuladas desde un punto de
vista positivo. Sin embargo, también sabemos que no todo padre ha aceptado a su hijo desde el momento mismo de la concepción, y eso también tiene efectos en delación con la imagen paterna y masculina.
Después de oír muchos testimonios al respecto, tengo la opinión de que a medida que tanto la mamá como el papá toman
conciencia de que están esperando un hijo, la criatura comienza a cobrar una percepción cada vez más definida e intensa de
su propia existencia y de que es una persona única e irrepetible.
En este sentido, un niño cuya llegada es recibida por
su madre y por su padre con aceptación y amor, recibirá
desde el vientre materno una oleada de fortaleza y seguridad que le acompañará durante el resto de su existen-
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cia y le será de gran ayuda para ir plasmando la propia
identidad, superar los obstáculos normales de la vida y
concretar las diversas metas que se vaya fijando.
Por el contrario, cuando el bebé, a través de su madre, recibe la información de que su papá no lo espera
con alegría, que ha sido una criatura no buscada por
él, y cuando el padre, con el transcurrir del tiempo, no
revierte esa primera reacción negativa transformándola en una aceptación amorosa, entonces el bebé recibirá el mensaje de que no es valioso y se sentirá rechazado. En el futuro (cuando sea un niño más grande, joven
o adulto), esto podrá producir diversas distorsiones en
el modo en que se ve y se aprecia a sí mismo, lo cual
tendrá repercusiones negativas en su conducta, como
por ejemplo retraimiento, búsqueda obsesiva de aprobación, agresividad, etc.
No olvidemos que, además, a lo largo de los meses
de su gestación, la criatura percibirá muchas de las vivencias de su madre y de los estados emocionales por
los que ella atraviesa en su modo de interactuar con el
padre, tanto en lo positivo, como en lo negativo.
Sin embargo, la buena noticia es que no hay ningún
mal sobre la tierra que el amor de Dios no pueda curar.
Y nuestro Señor tiene la medicina adecuada para cada
enfermedad y para sanar por medio de su amor estas dolencias congénitas.
En los retiros y conferencias sobre esta temática que,
junto a los hermanos de la comunidad, comparto en diversos países, experimento que los problemas son más o
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menos los mismos para todos. Más allá de la diferencia
de idioma y de las diversidades culturales, en todos los
lugares el Señor nos anima a recorrer nuestro propio camino
de restauración desde la oración y la contemplación de algunos
misterios bíblicos, tales como la encarnación, la visitación o el
nacimiento en Belén. Así la gracia que brota de esos momentos salvíficos puede impregnar nuestro ser y renovar en nuestras mentes el registro que tenemos de los
primeros meses de vida.
A partir de esa realidad, el Señor sigue haciendo maravillas en sus hijos e hijas, independientemente de cómo haya sido la historia de su gestación.
Por eso estas páginas no deberían ser para ver únicamente lo negativo, ni solamente para pedir sanación,
sino también para dar gracias a Dios por el don de la vida, especialmente de la vida que recibimos a través de
nuestro padre. Debería ser un tiempo para alabar al Señor por nuestra existencia y para renovar nuestro deseo
de servirle. Por eso el Señor te dice:
“Este es el momento favorable,
este es el día
de la salvación”.
2Corintios 6, 2