La herida de no ser - Lazos Paternos - camino de sanación - capitulo 10 audiolibro

Camino de Sanación - Lazos Paternos

05-01-2022 • 6 mins

Signos de la herida de no-ser
Hay una sintomatología que he encontrado en las personas que cargan con la herida de no-ser5
, una herida que
pueden estar arrastrando desde el seno materno:
Generalmente tienen una inteligencia privilegiada,
debido a que han desarrollado fuertemente la parte
intelectual para superar la sensación interna de negatividad. Pero corren el riesgo de hacer mal uso de
su gran inteligencia con el fin de llenar los vacíos
provocados por la sensación de no-ser.
En ocasiones son guiados por una pulsión a controlar todo y a todos. Y aunque hayan alcanzado logros
afectivos, profesionales y económicos, nunca se sienten satisfechos. Es como si siempre hubiera “algo”
que les impide disfrutar de la vida y de las bendiciones que Dios les concede. Ese “algo” puede venir desde el vientre materno, por esa herida de no-ser.
En otros casos pueden ser hipersensibles y muy susceptibles, lo cual les lleva a desconfiar de todos, a pensar, ante el menor gesto negativo o de crítica, que se
están aliando en su contra, de modo que una simple
corrección hace que vean en quienes los corrigen un
acérrimo enemigo que trata de hacerles daño.
5 Esta herida de no-ser puede afectar a todo tipo de personas. Afecta por igual
a laicos comprometidos, sacerdotes, obispos, religiosas, y es motivo de mucho
sufrimiento en familias y comunidades cristianas.
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O también puede darse que su inseguridad les haga
mostrarse autoritarios e incluso agresivos, pues es un
comportamiento con el que se han acostumbrado a
sobrevivir, como mecanismo defensivo ante la herida
de no-ser.
Otros viven en una actitud de fuga permanente y buscan como nómadas el paraíso perdido o lo que equivale a él: la persona ideal, la comunidad ideal, el trabajo ideal, el lugar en el mundo ideal. En el caso de que
sean cristianos, por ejemplo, pueden llegar a confundirla Iglesia peregrina con la Iglesia celestial (y valga
la aclaración: sólo en esta última, en la celestial, ya no
habrá imperfecciones, debilidades, ni pecados).
Otros de los que sufren la herida de no-ser construyen muros invisibles pero reales, a través del distanciamiento afectivo, de un hiperdesarrollo intelectual,
del racionalismo o del legalismo moral, muros que les
dan cierta seguridad ante los permanentes cambios
de la vida.
Como decía antes, la agresividad y el autoritarismo
son características persistentes en este tipo de personas,
porque son mecanismos que les sirven para sobrevivir
en un mundo donde todos se convierten en potenciales enemigos que amenazan su vida. Por otra parte, debido a la desconfianza, son sensibles al menor gesto de
rechazo, y esto tiende a sumirlas en la depresión, especialmente cuando ese rechazo viene de personas a las
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cuales se han adherido con una posesividad enfermiza.
Es como si les quitaran la razón de vivir.
La herida de no-ser es mucho más frecuente de lo
que a simple vista llegamos a percibir, puede estar en nosotros (o en las personas que nos rodean), quitándonos
vida, robándonos la alegría, la creatividad, la fuerza interior, llevándonos a vivir en una actitud inconsciente de
enojo y de distanciamiento hacia Dios, con el corazón
ahogado por la amargura y la falta de esperanza.
Hay personas cuya dificultad para orar cada día y para entrar en intimidad profunda con Dios se debe a una
herida de no-ser aún no asumida, o al menos no tratada. Cuando descubren esa raíz de no-ser y la hacen objeto de su oración, centrándose siempre en Jesús más
que en la herida, entonces su oración adquiere una riqueza que es semejante a una brisa cálida en el corazón
durante una noche de invierno.
Para lograr esto, es necesario enfrentarse a un pensamiento inconsciente que subyace en lo más profundo del
alma dolorida y que puede ser verbalizado como: “Ojalá no hubiera nacido”, “No sé para qué Dios me dio la vida”, “Yo no pedí nacer”, entre otros muchos pensamientos de no-ser que ahogan la existencia.
En el fondo, las personas que llevan esta herida se sienten como si ya no existieran, como si no tuvieran derecho a la vida y estuvieran ocupando un lugar que no les
corresponde. Así, algunos se han acostumbrado a pedir
perdón por existir, en lugar de vivir en alabanza a Dios
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por el don maravilloso que Él ha querido concedernos
y sigue concediéndonos cada día.
Muchas de las personas que cargan estas heridas buscan pequeñas compensaciones que las distraigan y les
traigan un disfrute pasajero, caricaturas burdas de la verdadera vida y felicidad. De este modo caen en comportamientos autodestructivos con los cuales también dañan
a quienes les están más cerca: adicciones de diverso tipo
como el alcohol, la droga, el juego, desórdenes sexuales, deportes extremos, conducir a altas velocidades, etc.