La ponente nos contó la anécdota de un alto ejecutivo que llegó desesperado a una sesión de coaching. Al preguntarle su coach cual era el motivo de angustia, el directivo comentó que dirigía un gran equipo de personas en una multinacional de prestigio. No solo debía trabajar con sus colegas de dirección de otros departamentos, sino que lógicamente tenía que dirigir al equipo de personas que estaban a su cargo. Entre emails, reuniones, llamadas de teléfono, informes..., su lista de tareas no paraba de aumentar. Cada vez que lograba finalizar alguna de esas tareas, como por arte de magia, le llovían dos, por lo que aquella situación le estaba generando un gran estrés y ansiedad. El coach pidió que le describiese un poco más su día a día y, aunque extrañado, el directivo le comentó que era el día normal de un directivo: llegaba y su equipo lo estaba esperando para pasar por su despacho y tratar temas para que él tomase decisiones al respecto o realizase las llamadas pertinentes a otros directivos para solucionar el asunto. ¿Quieres sabes cómo continúa?