La historia humana ha estado dominada por la visión del cielo y sus misterios. Mirada terrenal que termina proyectándose en realidades y utopías, construyendo pirámides y zigurats, edificios en altura y rascacielos, pensamientos e ideologías, modos de ser y hacer.
Las realidades se impulsan en las utopías, que cada vez son más complejas e intrincadas, que entrelazan realidad y ficción, pasado y futuro. La naturaleza imaginaria de la utopía permite proponer y probar futuros posibles sin consecuencias inmediatas para nuestro presente. Es por eso por lo que la arquitectura necesita de la utopía, sobre todo en un mundo tan complejo como el de hoy, en donde se hace difícil proponer visiones totalizadoras.
La población del planeta sigue creciendo y al mismo ritmo las ciudades, entonces los edificios, cada vez más altos, se convierten inevitablemente en una solución. Su altura es la respuesta a una necesidad real y tangible y al mismo tiempo se vincula con la utopía de alcanzar el cielo.