Si la arquitectura no funciona no es arquitectura. Esta disciplina está hecha para servir a un propósito determinado y si no lo cumple, sencillamente no es. Cuando Louis Sullivan acuñó su famosa frase ‘‘la forma siempre sigue a la función’’, Le Corbusier tenía apenas nueve años y Mies van der Rohe solo había cumplido los diez, tiempo en el que ninguno soñaba aún con la arquitectura, ni en convertirse en arquitectos referentes máximos, y, sin embargo, esta frase marcaría para siempre sus vidas y la de todos los arquitectos y la arquitectura, desde entonces hasta nuestros días.

Si hiciéramos una lectura literal de la frase de Sullivan todas las casas deberían ser iguales, todas las escuelas lo mismo, y así sucesivamente.

Unos de los discípulos de Sullivan, el gran Frank Lloyd Wright decía que la frase se había malinterpretado. ‘‘Forma y función deben ser una, unidas en una unión espiritual’’, es decir que el propósito de un edificio debe ser el punto de partida para su diseño. Lo que nos lleva a pensar, ¿cuál debería ser el propósito primigenio? Sullivan solía acotar a su famosa frase que la belleza del edificio es un requisito primordial.