A diferencias de siglos pasados en donde las cosas se mantenían más o menos iguales por mucho tiempo, cuando los cambios se producían lentamente, y donde el construir catedrales o templos tomaba la vida de varias generaciones, hoy, vivimos en un mundo en donde los cambios se producen rápidamente, tanto que, una misma generación ve transformarse su mundo múltiples veces.

Movidos por el vértigo del desarrollo tecnológico y de las comunicaciones, el mundo ya no parece un lugar inalterable, sino un laberinto de transformaciones, en donde las interrelaciones planetarias no dan respiro.